Y la noche se hizo corta comentando la película de Clint Eastwood y de muchas historias, y llego al tema esta tradición de todos los snipers de colgarse una bala en el cuello y que muy pocos saben la historia de esta tradición; y si mis queridos e incrédulos lectores esa tradición la comenzó una mujer, y si, si , y si era una “ff” de nombre Natalia Kovshova esta mujer asi como la ven de bonita y bien portada, cargaba una bala de rifle al cuello y muchos han pensado que se debía a su amor por las balas y a su oficio.
La verdad va más allá de las historias y anécdotas. Sucedió que en la segunda guerra mundial a los oficiales rusos cuando los asedian se le otorgaba una bala extra, una bala solitaria (mejor conocida luego por los americanos como “Betty”) y la finalidad de este suministro no era otro que al terminarse en la munición y ante la posibilidad de captura esa bala, se convertía en tu mejor amiga, simplemente la montabas en tu arma y te regalaría una muerte con honor y la imposibilidad de que el enemigo no extrajera información con alguna droga.
Pero volvamos con Naty, quien lideraba un escuadrón de mujeres “FF” y terminaron por colgar esa bala en el cuello y entre los senos.
Pero a medida que la guerra iba avanzando nació otra tradición de esta: pues en tu primer duelo con otro francotirador (bautizo de plomo), el ganador no solo recogía la placa de identificación, si no también se apropiaba la bala de la recamara del rifle enemigo (la bala que lo debió haber matado), la creencia decía que por sus habilidades los snipers solo detenían a la muerte, y la firma de ese contrato era esa bala, por eso siempre la tenían cerca, y que ante la posibilidad de derrota era esa bala la que tenía el derecho de quitarles la vida.
Mucho tiempo después la Gestapo y la C.I.A., quitaban las muelas de sus agentes para ponerles una prótesis rellena de cianuro con el mismo fin de la buena “Betty”.
Y así esta historia que paso de los rusos a los alemanes y de ahí al mundo se transformó en una tradición que ha sobrevivido hasta nuestros días convirtiéndose en una tradición de armas.
La verdad va más allá de las historias y anécdotas. Sucedió que en la segunda guerra mundial a los oficiales rusos cuando los asedian se le otorgaba una bala extra, una bala solitaria (mejor conocida luego por los americanos como “Betty”) y la finalidad de este suministro no era otro que al terminarse en la munición y ante la posibilidad de captura esa bala, se convertía en tu mejor amiga, simplemente la montabas en tu arma y te regalaría una muerte con honor y la imposibilidad de que el enemigo no extrajera información con alguna droga.
Pero volvamos con Naty, quien lideraba un escuadrón de mujeres “FF” y terminaron por colgar esa bala en el cuello y entre los senos.
Pero a medida que la guerra iba avanzando nació otra tradición de esta: pues en tu primer duelo con otro francotirador (bautizo de plomo), el ganador no solo recogía la placa de identificación, si no también se apropiaba la bala de la recamara del rifle enemigo (la bala que lo debió haber matado), la creencia decía que por sus habilidades los snipers solo detenían a la muerte, y la firma de ese contrato era esa bala, por eso siempre la tenían cerca, y que ante la posibilidad de derrota era esa bala la que tenía el derecho de quitarles la vida.
Mucho tiempo después la Gestapo y la C.I.A., quitaban las muelas de sus agentes para ponerles una prótesis rellena de cianuro con el mismo fin de la buena “Betty”.
Y así esta historia que paso de los rusos a los alemanes y de ahí al mundo se transformó en una tradición que ha sobrevivido hasta nuestros días convirtiéndose en una tradición de armas.