Cuentos y Leyendas

La cuica

Del cielo no te fíes; pues no solo del sol vive su carne

Con viento de frio de muertos un filo detrás de la puerta debes poner

Untado con jugo del tallo de flor amarilla de muerto; flor de fuego.

La maldición zapoteca en forma de lagartija

Visita por las noches a los niños;

Su saliva es mala para la carne; la pudre y agusana.

El dios sol la atajo con racimo de flor

Flor de muerto, flor de remedio…

Del cielo no te fíes, pues del cielo en una luna de sangre se creó.

La tarde caía sobre la campiña a las faldas aledañas a Monte Albán; las flores amarillas que anunciaban las festividades del día de muertos relumbraban en la pálida tarde a punto de morir. Mi abuelo miraba al suelo mientras con una vara de cazahuate en las manos apaleaba al suelo.

– Abuelo, abuelo una lagartija¡¡¡ mírala mírala¡¡ es un lagartijon¡¡¡ aquel imponente animal corría aventando tierra en su alocada huida, en su lomo una raya morada y su cola mocha que movía en un vaivén apresurado.

Corría sin cesar atravesando el sendero hacia la tupida alfombra de flores amarillas; perdiéndose de mi vista

– la vi mi niño, la vi; corre es lo que venimos a buscar…

Aquella visión movía los tallos de la flor de muerto silvestre, daba vueltas y chillaba, hasta que dejo de moverse.

– Ta´ muerta coy?

– no mi niño, ese animal solo duerme; y esa no es solo una lagartija es una “cuica”

– como las canicas; cuica? a su mecha coy; esta grandota

Aquel viejo temerario me enseño sus ojos entreabiertos de aquel animal y le vi un gran parecido a las canicas que llamábamos “farolitos”

– es al contrario mi niño, mírale sus ojos grandes, las canicas les decimos cuicas por los ojos de este animal y no al revés.

Aquella figura de paso breve se puso en cuclillas mientras con un bejuco delgado la amarraba de sus patitas, sacaba de su morral una chirmolera chiquita, y agarrándola cabeza de aquella lagartija le exprimía saliva en el borde, y lo depositaba en el suelo mientras aquella lagartija despertaba y se retorcía; aquella figura de sombrero café, cortaba con su binigulaza el bejuco liberando a su prisionera. Que se perdía por el sendero, reanudando su frenética huida.

– siéntate mi niño hay que preparar un remedio y mientras te voy a contar una historia que no quiero que olvides, una historia que es muy útil saber.

Hace mucho tiempo mi niño cuando los antiguos Vivian en estas tierras, la guerra con los zapotecas llevo muerte a sus tierras y el rey Cosijoeza mentó magia antigua y sus dioses le mandaron un ejército de lagartijas gigantes, lagartijas con veneno en la saliva; y la muerte lucho del lado de los zapotecas mi niño.

Pero sucedió que los zapotecas no eran los únicos que saben invocar a los dioses y el soberano de los mixtecos, pido ayuda a los dioses.

Taandoco dios sol respondió a esa petición del suelo se llenó de fuego en una madrugada y los guerreros lagartija fueron quemados; con el tiempo en esas tierra de esa quemazón las flores blancas silvestres se convirtieron en flores amarillas, flores de fuego; desde entonces estas flores crecen en todas partes; y eso hace que los guerreros del rey Cosijoeza sigan del tamaño de lagartija.

Pero en fiesta de muertos mi niño hay lagartijas que se meten en las casas y muerden a los niños y les pudren la carne, por eso los viejos saben que un machete con el que se cortan estas flores debe estar en la puerta, pues las cuicas huelen su perdición y se alejan.

_ que feo animal, coy de haber sabido le doy un resorterazo…

– no mi niño, un animalito no es bueno o malo, es simplemente un animalito; además así como es un animal peligroso; también es un animal útil, en su saliva se esconde el soplo de la muerte y al mismo tiempo el susurro de la vida.

– pon atención mi niño; que esto no te enseñan en la escuela y es muy útil; de la luz más fulgurante nace la oscuridad y en la más espesa oscuridad brinca la chispa de la luz.

La saliva de este animal, con estas hiervas es remedio milagroso mi niño, que detiene a la muerte.

De esa tarde solo recuerdo ese episodio de mi encuentro con una “cuica”; y mientras fui niño ese paraje no había caminata donde veía una cuica. Y paso que el viejo Melquiades salvo su pierna con este remedio y también paso que el crecimiento de Xoxo invadió aquellos parajes donde esta flor crecía sin medida y en cada temporada la tierra se revestía de esta flor que ahora ya no es tan común ver; lo que si se, es que aquel relato de mi viejo coyote; sobrevive en aquel estribillo; que me hizo aprender -con muchos otros- y que me sirve para que mis letras lleven su voz a los nuevos xoxeños y sepan que aquellas lagartijas venenosas son tan útiles como peligrosas.

 

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