El Chaneke

Esta es una de las historias que solía contar mi abuelo “Poncho –hijo de Chemo-” la he compartido con la gente joven de mi familia como me la contaron a mí; espero te parezca interesante o a lo menos curiosa.
Hace algún tiempo en los años de 1980 más o menos cuando pasábamos el fin de semana en la cosecha del tomate; mi abuelo Alfonso Pascual nos contaba esta historia mientras la carreta –jalada por dos bueyes- con su vaivén nos llevaba por las mañanas al lugar denominado “el bajo”
Aquella figura que encumbraba un sombrero beige a 170 rascaba su barbilla, mientras comenzaba esta historia:
Antes del tiempo mi niño, Xoxo no era lo que es ahora, antes en tiempo de los abuelos, en el tiempo de los grandes señores; cuando la montaña sagrada quedo vacía; cuando los antiguos se marcharon a tierras altas.
En aquellas épocas los antiguos encomendaron a los guerreros que se quedaron cuidar los secretos de los dioses; velando por los menos afortunados. Esta encomienda paso de generación en generación aquellos escudos que protegieron este gran imperio, pronto fueron remplazados por arados y desgranadoras de maíz. Solo los guerreros de alto rango siguieron pasando de generación en generación su conocimiento y deber.
Aquellas viejas costumbres libró al buen pueblo de Xoxocotlán de los fueranos. Si mi niño Xoxo era un lugar donde se evitaba ir pues la gente era liosa y difícil.
Eran épocas de cosas locas mi niño. En esa época en Xoxo llegaron a vivir varios maleantes; gente que se dedicaban al pillaje de los pobres carboneros que venían de “Peras” pues estos en sus mulas de carga “traiban” pepitas de oro de los ríos de aquellos parajes.
Así como te cuento mi niño, los emboscaban en el camino de Coyotepec (en el tramo del cbetis al aeropuerto) esa huamuchera siempre ha estado, y a propósito de ese menester sembraron chichicaste entre huamuche y huamuche haciendo una barrera en fin toda una “ratonera”
De tanto en tanto se formó una banda de asaltantes y fueron llamados la banda del chaneke. Pero como todo acto tiene una consecuencia la ley mandó a un capitán, un “tipillo” de la capital llamado Melquiades; que se dedicó a cazar a esta banda y a escoltar a los carboneros en su paso de Zaachila a Oaxaca.
Uno a uno fueron cazando a tan singulares personajes pero este “canijo”, el mentado chaneke era muy astuto; era como un coyote que olía las trampas que le ponina este tal Melquiades; cuando el capitán estaba a punto de echarle guante, se le pelaba parecía que las sombras y la oscuridad le daban refugio y lo escondían del capitán; y entrar a buscarlo a Xoxo era “tantito pior” pues los Xoxeños siempre han cuidado a los xoxeños.
-Si mi niño así mero como te lo cuento; decía los que sabían de eso, en el pueblo que cuando estaba con el compromiso hasta el cuello se hacía chaneke y así era como se hacía humo.
Pero un día, mi niño…
La suerte es como la sal en un costal, un día rascaras el fondo. Esa suerte se le acabo al tal chaneke; dicen los abuelos, que este tal Melquiades se dedicó pacientemente a esperar oculto entre el camino sin mover ni una pestaña mi niño lindo; y como la paciencia lleva a la victoria: el chaneke apareció con lo que quedaba de tan temida banda; dos “pelaos” un “gachupin” apodado “morro partido” y un tal “rengo”; aquello fue una balacera de miedo, una tronadera y fogones por todos lados; lo que siguió después de eso una persecución a todo galope que dejo al chaneke sin secuaces; cuentan los viejos que justo en el ombligo de Xoxo justo ahí en esa blanca cruz, así como si el chamuco protegiera a ese mentado chaneke las balas se le acabaron al capitán y aquel pelado solo escapo con una herida en el brazo.
Pero la historia no acaba ahí mi niño pues el pillaje es un mal compañero que siempre te traiciona. Aquel capitán era terco como ninguno y esa necedad sin prisa pero sin descanso trajo su recompensa; sucedió que en una noche de luna llena, disfrazo a sus soldados de carboneros, noche tras noche cruzaban aquel camino, pero esa noche era la noche, aquellos falsos carboneros debajo de los zarapes “traiban” sendas carabinas, mi niño lindo.
Así como te cuento mi niño, ni bien llegaron a la huamuchera y a lo lejos una sombra les corto el camino, seguidas de otras; pronto aquellos carboneros falsos quedaron rodeados.
Pero en vez de oro; -mi niño- “plomo pelón” solo se veían los resplandores de los plomazos; cuando todo esa tronadera acabo aquellos saldados y aquel capitán fueron a ver estos canijos, siete caballos y seis muertos. El capitán, nada más se rascaba su cabecita, y un aire frio recorrió su cuerpo.
El comentario de los soldados siempre era el mismo después de persinarse: “el chaneke lo proteje el chamuco”
Cuando encendieron las antorchas, encontraron el rastro de sangre. Inmediatamente el color le volvió aquel militar y dijo con aire ensalzado: “lo ven, los chaneques no existen, sangra como cualquiera de ustedes”
Aquellos sabuesos humanos persiguieron a su presa por todo el pueblo de lado a lado , tan “cerquita” que se olía el polvo y la sangre fresca; aquella turba de “pelones” siguieron a su presa hasta llegar a la pirulera del arroyo del sapo (ahora ahí se encuentra un puente, justo detrás de donde ahora está la secundaria; la pirulera estaba en ese arroyo), dicen los abuelos que llegando hasta ahí aquel chaneke derrotado, cansado y herido, miro a la luna y reclamando su derecho de sangre, pidió a los antiguos, revindicar sus pecados a cambio de no dejar que su enemigo lo viera vencido.
Lo que siguió nadie lo sabe mi niño, Solo cuentan que cuando el capitán llego ahí solo encontró una gran piedra de rio azulada, y las ropas y sombrero con harta sangre encima.
De que aquel capitán, de ese Melquiades nadie sabe que cuentas entrego, lo que cuentan de él; es que jamás se lo volvió a ver por estas tierras.
Dicen los viejos, que el chaneke se volvió piedra; cuentan que vuelve a ser chaneke en noches de luna entera, y sale a llevarse a los que como el torcieron su camino, y le hacen a la malandrería.
Después del tiempo ahora que he crecido he contado la historia como me la contaron, de vez en cuando me gusta caminar por ese puente y por ese arroyo que pasa detrás de la secundaria de Xoxo desde siempre lo he conocido como “el arroyo del chaneke” como mucha gente en Xoxo.
En ese cruce en especial desde niño y aun cuando curse la secundaria, pasaba por ahí; aun no había puente era un vado, y efectivamente ahí había una piedra de rio que tenía forma de hombre acurrucado y decían las señoras que si andabas de malandrín por esos lugares, te llevaba el chaneke.
No sé qué paso con la piedra, tal vez está ya tapada por la arena, o quedo debajo del puente, pero todos los que conocimos la historia, siempre veíamos esa piedra con curiosidad y duda, y quien sabe…tal vez con esperanza y respeto.
