Cuentos y Leyendas

El Pletetamal

El mole que no es mole.
La herencia hecha comida de fiesta para una princesa cautiva.
Nacido del guajolote

 cubierto con la ceniza de un pueblo que muere.
Y que renace con la mezcla de dos razas.
Cocinado en un hoyo de tierra,

con piedras de rio, con fuego huamúche
Solo el espíritu del agua caliente ha de darle su sabor.
El mole se consume hasta que la hoja del aguacate consuma la flor blanca
Y los chiles de la guerra dejen su esencia

 más no su sabor en el vientre del maíz
Ha de cubrirlo un manto de hierba santa

 hasta que la marca del reloj de agua pase la mitad del jarro;
Solo la mano de quien ha visto nacer muchas vidas puede tocarlo
Y los dioses bendecirán la tierra y la ceremonia,
Ofrécelo con orgullo mixteco viejo,

 ni en coco de maíz ni en fría piedra,
Pues el guiso de una princesa solo el barro y el jade pueden adornar.

– Porque tanto alboroto de la abuela coy?

– ha mi niño hermoso; hoy es día de preparar el “pletetamal” guiso suculento y antiguo.

Y por que antiguo coy? Es un guiso de los antiguos?

Es un eco del pasado y un reflejo del futuro; sucedió un día mi niño que para frenar una guerra el señor de los mixtecos pidió 3 tributos de paz.
Una reliquia antigua herencia de los dioses al pueblo zapoteca, el tesoro de un señorío tenates, chiquihutes llenos de oro y jade.

 Y el corazón de un rey doblegado lo más querido una de sus hijas; pero no una hija cualquiera lo mejor de su sangre la más querida la dulce “alma grande”

Pero este cuento no trata de aquel poderoso señor, tampoco de la princesa tributo de paz.

Más bien trata de una mujer, la vieja comadrona zapoteca, una hierbera llamada Atonani.

Atonani era una partera y curandera zapoteca protegida del rey de su raza, ella crio como hijos propios a los príncipes y princesas de ese reino, era la nana grande, era la mujer de más respeto; y sucedió que un día su hija postiza  fue pedida como tributo de paz de los odiados mixtecas.

En aquella época lo que se deseaba era la paz, Y la mismita alma grande pidió que el trato fuera honrado y cumplido, pues en su corazón  un amor en secreto vivía con aquel príncipe de los enemigos de aquel reino contrario.

Dicen que la mismita diosa Atl la diosa del agua, ante la bisisitud de los acontecimientos le dio esta receta a Atonani para que lo llevara como ofrenda de paz y de festejo cuando aquella unión se diera escrita en piel de vanado la receta de un mole de celebración, pero no un guiso cualquiera mi niño hermoso, un guiso digno de los dioses.

 
Así como te lo cuento mi niño Atonani partió de tierras zapotecas junto con Alma Grande rumbo a la montaña sagrada vivió con ella en el palacio del señor de los mixtecos “fuego grande”

Pero la historia de la bella Alma Grande estaba marcada; ella murió y el señor de los mixtecos honro aquel trato de paz; aquel mole fue preparado en la ceremonia de entierro de la dulce princesa muerta y  entregado como herencia culinaria a un señor que vería nacer la unión de dos razas en un imperio poderoso.


Atonani se quedó con el señor de los mixtecos; lo trato como hijo el como madre. Llevo los guisos zapotecas y los mezclo con las especies y costumbres mixtecas ella fue la primer cocinera de fiestas de Xoxocotlán quien cocinaba el pletetamal cada fiesta de muertos dejando la ofrenda de comida en aquel adoratorio levantado para honrar aquella princesa muerta.

Y paso que desde entonces es una costumbre de los xoxeños, que en las fiestas grandes y el la fiesta de muertos se ofrenda el pletetamal a los antepasados y al espíritu de Alma Grande que con su muerte unifico a un reino con dos razas que eran enemigas.

Aquel pergamino de piel de venado era conservado en Xoxo por una de las familias viejas, aun en los años 80s yo vi una foto, al igual que los cuatro caracoles estos fragmentos de nuestro pasado siguen perdidos en el olvido.

Aun en Xoxocotlán las viejas cocineras siguen preparando aquel guiso que simboliza nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro, he visto y probado muchas variantes del guiso pero solo aquí en Xoxo he degustado los matices extraños y deliciosos de los sabores que danzan en la boca y le dan una personalidad muy peculiar al único mole seco, al mole que no es mole, al guiso zapoteca que solo los mixtecos cocinan en fiestas, a la ofrenda y legado de la bella Alma grande.

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